Celebrando la vida de los seres queridos que ya no están en este plano
El Día de Muertos desde México hasta la celebración de los Fieles difuntos en Tiquicia.
El motivo de celebración es el mismo: recordar a las almas que ya no están en este plano. Una es religiosa y se hace con un rito o ceremonia ( misa por el alma que partió ) la otra es tradición ancestral, se celebra con alegría . Desde mi vivencia ambas son compatibles puedo recordarlas en una misa pero también puedo disfrutar con ellas desde el calor del hogar con cosas que nos unían como música, comida, libros, flores. Es real ellos viene a visitar a quien los recuerda.
Cada persona tiene su manera de ver y vivir las muerte, y respeto esas versiones individuales. Mas hoy quiero compartirles una reflexión personal sobre el Día de Muertos o Difuntos, una celebración que me ha marcado y que, desde mi perspectiva, va más allá de cualquier fuente escrita o cita formal. Todo lo que comparto aquí nace desde mis propias vivencias, de lo que he experimentado y sentido en cada encuentro con esta tradición, tanto en México como en nuestra tierra, Tiquicia.
He tenido la fortuna de estar en México durante algunas celebraciones del Día de Muertos, y para mí, es una de las experiencias más profundas y emotivas que he vivido. En buena parte del planeta, estas fechas suelen estar marcadas por la tristeza y las lágrimas, pero en México, el Día de Muertos es todo lo contrario: es una explosión de fiesta, color y alegría. Es una celebración a la vida misma, y, aún más, es un reencuentro (para la mayoría simbólico para algunos real), con los difuntos que regresan a nuestro mundo por un día a convivir con nosotros.
Es precisamente nuestro recuerdo de quienes ya no están lo que hace posible que las almas encuentren el camino de regreso a casa y nos visiten por un día . Así, el 1 y 2 de noviembre, se levantan altares y se preparan ofrendas para recibirlos: sus alimentos favoritos, sus fotos, los elementos que disfrutaban en vida. Todo está pensado para honrar su memoria. En esos días, el aire se llena de una magia especial, como si un puente invisible uniera ambos planos y nuestras almas queridas regresaran para disfrutar de los homenajes preparados en su honor.
A veces, el significado de esta tradición se malinterpreta, viéndola como una especie de culto a la muerte, pero para quienes la vivimos de cerca, el Día de Muertos es en realidad una celebración de la vida, incluso de la vida que continúa más allá de lo terrenal. La muerte no se percibe como un final trágico, sino como una transición. Desde hace décadas en México se celebra al calor del hogar, pero, esta práctica en los cementerios es relativamente reciente. Tal vez esta adaptación hacia lo público le dio un toque más comercial y, en cierta forma, distorsionó un poco la tradición original. Sin embargo, la esencia permanece: honrar y celebrar la vida de quienes han partido.
Esa misma conexión la he sentido en Tiquicia en los últimos años. Cada vez más, esta tradición se ha ido extendiendo y adaptando a nuestro propio estilo. Aquí también hemos encontrado una manera de recordar a nuestros seres queridos con una misa en el cementerio y música, de serenata. También en el calor del hogar disfrutamos de comidas típicas con música comidas y ambiente festivo, logrando conectar con amigos y familiares que ya no están en físico, y confieso lo he disfrutado mil.
Si bien existen diferentes maneras de honrar a quienes ya no están, el motivo de la celebración es el mismo: recordar a las almas que partieron. En algunos casos, este recuerdo de los Fieles Difuntos se lleva a cabo mediante un rito religioso, una ceremonia solemne como una misa, donde se ora por el descanso de sus almas. En otras ocasiones, como en el Día de Muertos, la celebración es más festiva, llena de alegría y colores, siguiendo una tradición ancestral que busca honrar y celebrar la vida. Desde mi vivencia, ambas formas de recordar son compatibles. Puedo honrar a mis seres queridos con una oración en una misa, y también puedo sentir su presencia en casa, en una reunión sencilla con aquello que solía unirnos: una canción, una comida, un libro, unas flores. Para mí, es real que ellos vienen a visitarnos, que se acercan a quienes los recuerdan con amor.
Al final del día, el Día de Muertos, tanto en México como en Tiquicia, nos invita a reconocer que nuestros seres queridos siguen formando parte de nuestras vidas, que no se han ido del todo. Esta celebración es un recordatorio de que el amor trasciende la ausencia física y que la memoria es un lazo que nada puede romper. Con cada vela encendida, con cada altar decorado, renovamos nuestra conexión con esas almas amadas, y reconocemos que siguen viviendo en nosotros.
Así que, ya sea que lo celebremos con una misa o con una fiesta llena de música y alegría, lo importante es que los recordamos, los honramos, y les permitimos, al menos por un día, compartir de nuevo con nosotros. Porque, en el fondo, el Día de Muertos es una celebración de la vida, más allá de este plano, se abren las puertas del cielo y ellos realmente pueden compartir con nosotros.