Me costó muchos años entender qué es el amor.
Cuando comprendes que lo más importante es quererte, respetarte y conectar con la divinidad que está en ti, entiendes que el amor es una vibración que nos hace crecer desde adentro. Nos conecta con la conciencia superior y nos lleva a vivir en armonía.
Nos han inculcado diferentes ópticas y mitos sobre el amor. Por lealtades, aceptamos que el amor son celos, apegos, inseguridades y manipulación. Por eso mantenemos relaciones tóxicas, relaciones de maltrato, en las que no somos felices, donde, por miedo, nos cuesta soltar lo que daña, sin cuestionar nuestro amor propio.
La vida me enseñó que el amor es vivir en unidad, orden y armonía; es aceptarme tal y como soy, ser auténtica y no permitir que alguien a mi lado me humille, que saque provecho de mí o que me haga sentir menos para que su autoestima no se vea afectada.
Es poder ser libre, encargarme de mis sueños y planes sin tener que postergarlos para no herir a otros.
Es ser compañera, amiga, hermana, madre, hija; es celebrar los triunfos de quienes están cerca como si fueran míos, es decidir compartir mis momentos con otros porque quiero, no porque los necesite.
Es sentir el dolor ajeno y poder entregar al menos una sonrisa.
Con el tiempo, entendí que el amor es una vibración… y decidí: vibrar amor.
